Seguros para el bienestar: inclusión financiera y protección en la vida real
Mucho se habla del potencial de crecimiento de los seguros en América Latina. Mientras que en la región la penetración promedio apenas alcanza el 3% del PIB, a nivel global esta cifra supera el 7%. La oportunidad es evidente, pero la verdadera pregunta no es el qué, sino el cómo.
Si salimos a la calle y le preguntamos a cualquier persona qué le preocupa en la vida, probablemente escuchemos respuestas como:
- Que una enfermedad grave afecte su salud y sus finanzas.
- Que fallezca y deje a su familia desprotegida.
- Que pierda su empleo y se quede sin ingresos.
Si, en cambio, preguntamos a un microempresario o trabajador independiente —un grupo que representa más del 60% del empleo en Latinoamérica—, estas preocupaciones se amplían:
- Enfermarse y no poder trabajar por algunos días, afectando directamente su sustento.
- Que le roben o se dañe la herramienta que le permite generar ingresos (una moto, una máquina, un celular).
Y sin embargo, si le preguntamos a esas mismas personas si hoy cuentan con un seguro que los proteja frente a estos riesgos, la respuesta más común será no. Algunos nunca han escuchado hablar del seguro adecuado, otros piensan que es costoso, o simplemente nadie se los ha ofrecido.
¿Por qué, si es tan claro el valor de los seguros, la penetración sigue siendo baja?
Hay cuatro grandes retos a resolver:
1. Diseñar productos simples, relevantes y accesibles
La industria aseguradora aún tiene el reto de crear productos simples, con primas bajas, adaptados a la realidad económica de los sectores populares y del microemprendimiento.
👉 Ejemplo: un seguro que entregue una indemnización diaria a un trabajador independiente cuando, por enfermedad o accidente, no puede trabajar. Este tipo de cobertura protege la pérdida de renta, y puede representar la diferencia entre mantener la estabilidad financiera o caer en vulnerabilidad.
Un buen seguro masivo no busca cubrirlo todo, sino resolver lo esencial. Una indemnización rápida ante hospitalización, o una cobertura para reemplazar herramientas de trabajo son ejemplos claros de seguros diseñados con propósito: brindar tranquilidad y continuidad económica.
2. Distribuir a través de canales eficientes y de confianza
Distribuir seguros de bajo costo requiere eficiencia y escala. Y aquí la tecnología juega un papel fundamental.
Hoy más del 70% de los latinoamericanos tiene un smartphone, pero eso no garantiza que la adopción digital de seguros sea alta. Persisten desafíos de usabilidad, confianza y conocimiento.
Por eso, los canales alternativos y presenciales aún son clave:
- Tiendas de barrio,
- Corresponsales bancarios,
- Asesores de microfinancieras,
- Apps financieras y plataformas digitales populares.
Cuando el seguro se ofrece desde un canal cercano o de confianza, el usuario lo escucha y lo considera. La venta presencial e híbrida sigue siendo poderosa, especialmente cuando hablamos de productos que prometen un valor futuro. Y para que ese valor sea creíble, el cliente necesita confiar.
3. Atender siniestros con eficiencia y transparencia
El momento más importante en el ciclo de vida de un seguro es cuando ocurre el siniestro. Es el instante de la verdad.
Para lograr una verdadera masificación, las aseguradoras deben diseñar procesos de atención de siniestros que sean escalables, automatizables y transparentes, sin perder rigurosidad.
Esto implica:
- Validación automatizada de documentos,
- Pagos rápidos e indemnizaciones fijas,
- Herramientas de prevención de fraude,
- Modelos de pricing adecuados y sostenibles.
Un proceso de siniestros bien diseñado entrega valor real y refuerza la confianza del cliente. Porque cuando el seguro funciona, no solo protege, también fideliza.
4. Educar financieramente sobre seguros
No se puede comprar lo que no se entiende.
Uno de los mayores desafíos del sector es la falta de educación financiera básica sobre seguros. Muchas personas desconocen qué cubren, cómo funcionan, o por qué son importantes.
Por eso es clave incorporar educación contextual y sencilla en cada punto de contacto:
- Material didáctico breve en apps,
- Videos simples en el momento de cotización,
- Contenido que explique con ejemplos reales qué cubre cada producto.
La educación no es un complemento: es el puente entre la necesidad y la acción. Cuando las personas entienden el beneficio, lo valoran. Y cuando lo valoran, lo contratan.
La tecnología: el habilitador clave
Todo esto requiere una base sólida: infraestructura tecnológica moderna, flexible y escalable.
Muchas aseguradoras y canales de distribución aún operan sobre sistemas legados que dificultan:
- Diseñar productos con agilidad,
- Integrarse con nuevos canales digitales,
- Automatizar procesos clave como emisión y siniestros,
- Adaptar modelos de negocio a segmentos masivos.
Modernizar estos sistemas no es un gasto: es una inversión estratégica para lograr escala, eficiencia y verdadero impacto social. La tecnología permite pasar de vender productos a resolver problemas reales de protección económica, y hacerlo de forma rentable.
El seguro, cuando está bien diseñado, distribuido y comunicado, no es un gasto, es una red de protección. Es una herramienta poderosa para mejorar la vida de millones de personas que hoy enfrentan la incertidumbre sin respaldo.
La industria tiene el conocimiento, la tecnología y la experiencia para lograrlo. Ahora necesita enfocarse en el propósito: generar bienestar real, inclusión financiera y tranquilidad para todos.